Pauline Oliveros

Escuchar como acto de resistencia

En un mundo cada vez más ruidoso, Pauline Oliveros propuso algo revolucionario: escuchar. Escuchar de verdad. Escuchar con el cuerpo, con la piel, con la intuición. Escuchar no solo los sonidos afinados y aceptables, sino todo el paisaje sonoro, incluso el zumbido, el murmullo, el error. En una cultura que privilegia la velocidad y la producción, Oliveros eligió la lentitud y la atención plena. Y desde ahí, construyó una nueva forma de hacer música y de habitar el mundo.

Una pionera radical

Nacida en 1932 en Houston, Texas, Pauline Oliveros fue una de las figuras centrales de la música experimental estadounidense del siglo XX. Tocaba el acordeón, componía, improvisaba y trabajó con cintas magnéticas, sintetizadores analógicos y entornos acústicos no tradicionales. Fue cofundadora del legendario San Francisco Tape Music Center, junto a otros revolucionarios del sonido como Morton Subotnick y Ramón Sender. Allí, en los años 60, Oliveros exploró el potencial expresivo de la tecnología como herramienta creativa y liberadora, y no como una estructura de control.

Pero mientras muchos de sus colegas se orientaban hacia lo técnico o lo cerebral, Pauline decidió escuchar desde otro lugar: el cuerpo, la conciencia, la comunidad.


¿Qué es la escucha profunda?

En los años 70 y 80, desarrolló el concepto de “Deep Listening” o escucha profunda: una práctica artística y espiritual que busca ampliar la percepción del sonido, incluyendo tanto el entorno como la interioridad. No se trataba solo de escuchar una obra, sino de estar presentes con todos los sentidos abiertos. Esta práctica mezcla improvisación, meditación, respiración consciente y ecología sonora.

Como decía Oliveros:

“Escuchar es dirigir la atención a lo que suena. La escucha profunda es una forma de vida.”

A través de esta filosofía, Pauline Oliveros desmanteló la jerarquía entre oyente e intérprete, entre ruido y música, entre mente y cuerpo. Escuchar se convirtió en una forma de conexión: con el entorno, con los otros, con lo silenciado.

Feminismo, cuerpo y disidencia sonora

Aunque Oliveros no siempre se autodefinió públicamente como feminista, su obra y su práctica fueron profundamente feministas. En un mundo sonoro dominado por la figura del genio masculino (el compositor, el director, el productor), ella propuso la colaboración, la horizontalidad, el error, el susurro y la intuición.

Su cuerpo –como mujer, como lesbiana, como artista fuera del centro– fue también un territorio político. Desafió la masculinidad técnica de la música electrónica con su acordeón, su risa, su respiración. Frente a la lógica de la partitura cerrada, propuso la improvisación como una forma de resistencia: una música que no se repite, que no se domestica, que se transforma con quien la escucha y con quien la hace.

Un legado que respira

Pauline Oliveros murió en 2016, pero su legado vive en escuelas, festivales, talleres y prácticas colectivas de todo el mundo. Fundó el Deep Listening Institute y dejó escritos, composiciones, grabaciones y ejercicios para seguir escuchando el mundo con atención radical.

Hoy, en tiempos de sobreinformación, algoritmos y estímulos incesantes, su propuesta es más urgente que nunca: escuchar sin prisa, sin prejuicio, sin necesidad de entender del todo. Escuchar como un acto amoroso, político y creativo.

Porque como ella misma decía:

“Escuchar es sobrevivir.”


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