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Cilibrinas do Éden: la flor fugaz que anticipó un gran evento

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Jonacho Benítez

La historia del rock suele contarse a partir de triunfos: discos consagrados, giras multitudinarias y rupturas gloriosas. Pero existen obras que se definen por su condición contraria: ni triunfan, ni se lanzan, ni se consolidan. Cilibrinas do Éden pertenece a esa categoría. Es un disco que vivió más como rumor que como objeto comercial.

En 1973, tras su abrupta salida de Os Mutantes, Rita Lee tomó una ruta inesperada. En lugar de encaminarse directamente hacia la senda del pop-rock masivo que la consagraría, se asoció con Lucinha Turnbull, pionera de la guitarra eléctrica en Brasil, para formar un dúo breve y radical: Cilibrinas do Éden.

El nombre mismo ya contenía un gesto de rebeldía, una ironía contra el mandato masculino del rock brasileño de entonces. La primera y única presentación del dúo fue en el festival Phono 73, en el Anhembi de São Paulo. Lo que debía ser un debut transformador se convirtió en un desencuentro: el público, heredero del ruido lisérgico de Os Mutantes, no toleró la intimidad folk de dos mujeres armadas con guitarras y armonías suaves, y fueron abucheadas.

Aquella noche bastó para sentenciar el proyecto: lo que nacía como experimento cristalino de sensualidad folk, susurros y canciones lúdicas, se apagó antes de echar raíces.

Sin embargo, un álbum llegó a grabarse en el Estúdio Eldorado de São Paulo, bajo la producción de Liminha. Philips, la discográfica, se negó a lanzarlo: no era la Rita Lee solista que ellos proyectaban, pulida y preparada para conquistar la radio con pop-rock, y el disco quedó archivado, convertido en un fantasma de la industria.

Durante décadas sobrevivió en cintas y copias clandestinas, hasta que en 2010 el sello portugués Nosmokerecords lanzó una edición pirata limitada de menos de mil ejemplares entre vinilos de lujo y CDs numerados. La piratería, curiosa paradoja, fue su salvación: el álbum circuló como objeto de culto, como un rumor que se negaba a desaparecer.

Varios estudiosos lo han reivindicado. El crítico Vítor Guima lo ubica en diálogo con Fruto Proibido (1975) o Babilônia (1978), reconociendo en él una veta beatle-psicodélica que Rita explotaría más tarde. Otros lo definen como el oscuro álbum que marca la separación definitiva de Rita de Os Mutantes. En cualquier caso, todos coinciden en su valor arqueológico: se trata de un documento que revela la consolidación de una mujer como figura central del rock brasileño, y la irrupción de una guitarrista como Turnbull en un espacio prácticamente vetado para ellas.

Más que un simple álbum, Cilibrinas do Éden es una grieta fundacional en la historia del rock brasileño. Por eso hoy, al reproducir Cilibrinas do Éden, lo que se escucha no es un fracaso ni una rareza de coleccionista, sino un álbum que reúne todos los requisitos de una obra maestra con sus voces desnudas, canciones tremendas, sintetizadores, experimentos de estudio en un contexto rock, guitarras fabulosas y una divina espontaneidad que atraviesa décadas.

Rita Lee estaba emergiendo, Lucinha Turnbull reclamaba su sitio, y juntas dejaron el testimonio que desde el silencio de lo censurado también puede germinar un paraíso secreto.




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