Este cuaderno de ejercicios que iremos construyendo nos ofrecerá herramientas durante procesos creativos en momentos donde se estancan, donde surge el miedo, la rigidez o la duda.
Cada actividad está pensada como un disparador que nos permita salir del bucle, desarmar la inercia y reencontrarnos con el juego, el arrojo, la libertad y el (sin)sentido, liberando la voz, rompiendo el silencio y agitando la imaginación musical y poética.
¡Empecemos! Nuestra entrega de hoy será de completa exploración musical:
-Elige una canción que te obsesione. ¿Qué sientes al escucharla? ¿Por qué?
-Escoge una canción y elimina mentalmente un elemento (bajo, voz, ritmo). ¿Sigue funcionando?
-Reescribe la estructura de tu canción favorita.
-Escucha un álbum completo con los ojos cerrados y toma nota de lo que visualizas.
-Haz una lista de canciones con introducciones que te parezcan únicas, excepcionales.
-Escoge una canción instrumental e invéntale una letra.
-Escucha una canción instrumental y recítale un poema encima.
-Reescribe una canción conocida desde otra perspectiva (otro personaje, género, contexto).
-Identifica el primer sonido que oyes al despertar y conviértelo en la temática de una canción.
-Haz una progresión de acordes al azar y luego improvisa una melodía tarareada encima.
Estos ejercicios parten de la experiencia personal, la emoción, el cuerpo, la memoria y el lenguaje, para ayudar al lector a desarrollar su propio estilo, explorar ideas no lineales, enfrentar el error sin juicio y a integrar saberes previos de nuevas formas, a ver, intuir o inventar lo invisible, a jugar en serio.
Los juegos son espacios de simulación sin consecuencias externas, pero con gran poder interno. En la práctica creativa, el juego reduce la ansiedad del resultado, estimula la curiosidad, conecta lo emocional con lo intelectual y permite explorar sin miedo a fallar, el error deja de ser amenaza y se convierte en materia prima creativa.
Cada ejercicio es una invitación a habitar lo sensorial y lo simbólico, escuchar el entorno y escucharse a uno mismo, responder con honestidad en lugar de buscar perfección, así que bienvenidos a explorar libremente sin juicios ni metas, jugando con el lenguaje, deformándolo y resignificándolo, llevándolo a cabo y constatando el poder de la acción, rompiendo hábitos, abriendo nuevas rutas, disfrutando el hacer sin esperar resultados, no olvidemos que es muy difícil escribir cincuenta canciones y que salgan todas malas.
Continuando con los excelentes consejos de Jonacho, voy a proponer yo algunos ejercicios que me han servido durante mis momentos de trabajo creativo. Están pensados fundamentalmente para instrumentistas, pero tal vez los cantantes consigáis aplicarlos a vuestra práctica.
1. El requisito técnico.
Prueba a crear una melodía poniéndote limitaciones técnicas. Por ejemplo, si eres guitarrista emplea solo las cuerdas impares, si eres pianista intenta tocar solo con cuatro dedos, si eres violinista toca solo en una cuerda, si eres clarinetista niégate a usar la llave de registro... y así con las diferentes posibilidades que permita tu instrumento. Verás que al limitarte técnicamente te obligas a encontrar nuevas posibilidades y recursos expresivos en tu instrumento que posteriormente podrás aplicar a tu práctica diaria.
Puedes practicar este ejercicio tanto a solo como sobre una armonía si quieres aumentar la exigencia.
2. La libertad absoluta.
Este ejercicio parte de un principio opuesto al anterior: separarnos completamente de los condicionantes técnicos de nuestro instrumento, que a veces limitan nuestra creatividad. Para llevarlo a cabo únicamente necesitas (una vez más a solo o sobre armonía) dejar a un lado tanto el instrumento como el miedo a cantar que a veces nos limita. Hecho esto, canta una melodía sin miedo y sin pensar demasiado: deja que la intuición y el oído te guíen "a ver qué pasa". Prueba con combinaciones osadas (aunque si no eres cantante puedas desafinar en alguna-no pasa nada-) como movimientos cromáticos, grandes saltos melódicos, apoyaturas, retardos etc. Verás que a medida que practicas pierdes la presión y el bloqueo que había antes de empezar el ejercicio. Posteriormente puedes llevar las melodías que hayas obtenido de vuelta a tu instrumento para darles sobre él su forma final.
3. El otro instrumento.
En esta ocasión es necesario que te mentalices como "ladrón". Toma un fragmento musical interesante de un instrumento que no sea el tuyo ni se le parezca (por ejemplo, si eres guitarrista escoge el clarinete, si eres trompetista el piano, si eres violinista la marimba etc.). Estúdialo y verás que en muchos casos estos fragmentos están escritos según las posibilidades técnicas de los instrumentos originales, por lo que tendrán idiomáticas que nunca antes habías tocado. Así, estarás tanto asumiendo el lenguaje de otro instrumento como obligándote a forzar la máquina del tuyo, saliendo de los límites que tradicionalmente a todos se nos imponen.
Estos ejercicios parten de presupuestos muy diferentes y darán distintos resultados en cada persona o incluso en cada especialidad instrumental. A mí personalmente me han sido de gran utilidad a pesar de su sencillez y recomiendo altamente probarlos.
Espero que os sean útiles.