Hace poco me comentaron el caso de una agrupación de música antigua formada por cuatro personas jóvenes que, mientras cursaban sus estudios, tuvieron la oportunidad de hacer una gira por varias capitales europeas gracias al apoyo económico de una fundación cultural.
Pese a no tener trayectoria previa, se atrevieron a buscar financiación entre particulares, fundaciones, empresas y a inscribirse en algunos procesos de ayudas públicas.
¿Sabríais a quién acudir en caso de necesitar medios para vuestro proyecto? ¿Os atreveríais a dar el paso por primera vez sin tener un respaldo seguro?
2 Respuestas
¡Hola, qué buen punto! Quizá la clave pueda estar en ajustar la mirada: no pensar las convocatorias o ayudas como imposibles de una sola oportunidad, sino como parte de un entrenamiento. La primera vez probablemente no salga nada, pero en ese intento uno aprende a redactar un proyecto, a presentar un presupuesto, a explicar por qué un proyecto vale la pena. Esa experiencia en sí misma es muy valiosa y se suma para la siguiente oportunidad.
Hoy en día hay otras vías más allá de las grandes instituciones: micromecenazgo, colaboraciones con espacios culturales pequeños, convenios con escuelas de música, hasta trueques de servicios artísticos. A veces son pequeñas alianzas que sumadas permiten sacar adelante un proyecto.
Yo diría que vale la pena lanzarse, incluso sin respaldo seguro, porque cada intento te fortalece y amplía tus posibilidades. Al final, la confianza se va construyendo poco a poco como parte de la trayectoria.
Está claro que, por mucho "amor al arte" que tengamos, todo proyecto necesita de financiación para ser sostenible en el tiempo o incluso simplemente viable de manera puntual. Por lo general, los músicos jóvenes no tenemos grandes recursos económicos a nuestro alcance, por lo que dejamos de lado muchas ideas.
Yo personalmente encuentro que en el mundo actual no es demasiado complicado encontrar instituciones que ayuden en este sentido, sino que el problema viene después por:
- La alta competitividad para cubrir las pocas "plazas" que existen.
- Nuestras propias inseguridades como músicos.
Ambas nos llevan a desanimarnos y pensar que "es imposible" y "no vale la pena" el esfuerzo del trámite burocrático (por lo general, un auténtico infierno).