En el artículo anterior hablamos de un principio que parece sencillo, pero que cuesta mucho aplicar: decir menos para lograr más. Ahora toca bajar esa idea al terreno práctico: cómo diseñar mensajes que no solo sean bonitos en papel, sino que realmente funcionen en el día a día de un proyecto cultural o creativo.
Porque comunicar claro no es un talento reservado a unos pocos iluminados. Se puede aprender, se puede entrenar, y sobre todo se puede diseñar con herramientas simples.
La regla de las cinco cualidades
Diversos estudios en comunicación coinciden en que los mensajes eficaces suelen tener cinco rasgos en común: son simples, directos, humanos, creíbles y diferentes. Dicho así suena bien, pero vamos a verlo con ejemplos concretos para que sea aplicable.
1. Simple: ve a la idea central
La simplicidad no es pobreza, es precisión. Lo difícil no es hablar mucho, sino quedarse con lo esencial.
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Malo: “Un festival multidisciplinar que reúne artistas de diversos estilos híbridos y trayectorias internacionales con actividades de formación y mediación.”
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Mejor: “Un festival que une música y arte contemporáneo en un mismo espacio.”
Consejo práctico: escribe lo que quieres comunicar en una frase de máximo 15 palabras. Si no puedes, es que no tienes claro lo que quieres decir.
2. Directo: evita rodeos y tecnicismos
Cuando usamos un lenguaje enrevesado, no demostramos profesionalidad: generamos distancia. El público agradece que se lo digan sin rodeos.
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Malo: “Se procederá a la apertura de las jornadas de puertas abiertas con acceso sin coste.”
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Mejor: “Visita gratis nuestra exposición este fin de semana.”
Consejo práctico: léelo en voz alta. Si suena como algo que no dirías en una conversación normal, cámbialo.
3. Humano: hablar de persona a persona
Un proyecto cultural es una experiencia humana, no un trámite. Si quieres conectar, usa un lenguaje cercano, sin esconderte detrás de palabras abstractas.
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Malo: “Programa educativo de carácter inclusivo.”
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Mejor: “Talleres pensados para que nadie se quede fuera.”
Consejo práctico: sustituye tecnicismos por ejemplos de la vida cotidiana. “Accesibilidad” puede sonar frío; “subtítulos para que cualquiera pueda seguirlo” se entiende sin esfuerzo.
4. Creíble: menos eslogan, más hechos
La exageración mata la confianza. La credibilidad se construye con datos concretos y con promesas que puedas cumplir.
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Malo: “El evento cultural más importante del país.”
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Mejor: “Un festival que en su última edición reunió a 3.000 personas.”
Consejo práctico: cada vez que escribas un adjetivo grandilocuente (único, increíble, revolucionario), pregúntate: ¿puedo demostrarlo? Si no, cámbialo por un dato concreto.
5. Diferente: resalta lo que te hace único
En un mundo saturado de mensajes, lo que llama la atención no es lo ruidoso, sino lo distinto.
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Ejemplo: “El único festival de la región que combina ciencia y música en un mismo escenario.”
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Ejemplo: “Un club de lectura que se celebra en un bar de tapas, no en una biblioteca.”
Consejo práctico: piensa qué hace especial tu proyecto y colócalo en el centro de la frase. No intentes ser todo para todos: apuesta por lo que te distingue.
Cómo trabajar la claridad en equipo
A veces, uno mismo está demasiado metido en su proyecto como para verlo claro. Aquí algunas dinámicas sencillas que funcionan muy bien en colectivos y organizaciones culturales:
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El test de los 10 segundos: comparte tu frase con alguien que no conozca el proyecto. Si en 10 segundos entiende de qué va, funciona. Si no, hay que simplificar.
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El ejercicio del “qué sobra”: imprime tu mensaje y subraya las palabras que no aportan nada. Luego prueba a leerlo sin ellas: casi siempre mejora.
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El espejo de la audiencia: antes de publicar, pregúntate: ¿esto resuelve una pregunta real de mi público o solo suena bien para mí?
Comunicación como diseño consciente
Un mensaje claro rara vez aparece en el primer intento. Igual que una obra artística requiere ensayo y corrección, la comunicación necesita reescrituras y pruebas.
El proceso práctico suele ser este:
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Escribir todo lo que quieras decir.
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Reducirlo a una sola idea central.
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Editar hasta que quepa en una frase.
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Probarlo con tu público y ajustar.
En pocas palabras…
La comunicación eficaz no es un truco ni un don, es un trabajo de diseño consciente. Y aunque exige esfuerzo, la recompensa es enorme: un mensaje claro abre puertas, capta atención en medio del ruido y crea vínculos que duran más allá de una campaña.
Decir menos no es empobrecer. Es cuidar el tiempo y la atención de quien escucha. Y eso, en un mundo saturado, es quizá la forma más generosa de comunicar.