Cuentas satélite de la cultura: medir cultura como economía.

Hablar de cultura suele llevarnos a pensar en emociones, creatividad, patrimonio, identidad. Todo ello es fundamental, pero hay una dimensión que durante mucho tiempo pasó desapercibida: la cultura también es economía. Genera empleo, mueve sectores productivos, atrae turismo, dinamiza ciudades y aporta riqueza a los territorios.

Para demostrarlo con rigor, nació una herramienta clave: las cuentas satélite de la cultura. Aunque el nombre suena técnico, en realidad es una de las formas más claras de poner en valor el peso real de la cultura dentro de la economía de un país.

¿Qué son las cuentas satélite de la cultura?

Las cuentas satélite son extensiones del sistema de cuentas nacionales que utilizan los gobiernos para medir la actividad económica (el PIB, el empleo, el consumo, la producción).

El término “satélite” significa que estas cuentas se apoyan en el mismo marco metodológico que las cuentas nacionales, pero se enfocan en un ámbito específico. Así existen cuentas satélite del turismo, de la salud, de la educación… y, desde hace algunos años, de la cultura.

En pocas palabras: las cuentas satélite de la cultura permiten calcular con datos comparables cuánto aporta la cultura al PIB, al empleo y al desarrollo económico de un país.

Cómo funcionan

Una cuenta satélite de la cultura identifica primero qué actividades se consideran culturales y creativas:

  • Artes escénicas y visuales.
  • Música y audiovisual.
  • Libro y prensa.
  • Patrimonio, museos y bibliotecas.
  • Arquitectura y diseño.
  • Publicidad y medios digitales.

A partir de ahí, mide su valor añadido bruto, su capacidad de generar empleo, el número de empresas activas, el volumen de exportaciones y su relación con otros sectores (por ejemplo, turismo o hostelería).

El resultado es un mapa económico completo del sector cultural, comparable con el de cualquier otra industria.

Por qué son importantes

Las cuentas satélite han cambiado la forma de hablar de cultura frente a las instituciones y los financiadores. Durante mucho tiempo, la defensa del sector se hacía en términos cualitativos: “la cultura enriquece a las personas”, “la cultura es identidad”, “la cultura es un derecho”. Todo cierto, pero insuficiente cuando se trataba de negociar presupuestos o políticas públicas.

Con las cuentas satélite, la cultura se presenta también como un actor económico de primer nivel. Ejemplos:

  • En España, según datos recientes del Ministerio de Cultura, el sector cultural y creativo representa alrededor del 3,2 % del PIB y da empleo a más de 700.000 personas.
  • En Francia, la cultura aporta más al PIB que sectores como la industria automovilística.
  • A nivel europeo, las industrias culturales y creativas son uno de los principales motores de innovación y empleo juvenil.

Estos datos refuerzan un mensaje clave: invertir en cultura no es un gasto, es una inversión rentable para la economía y la sociedad.

Beneficios para el sector cultural

  1. Mayor legitimidad política: al mostrar cifras concretas, la cultura gana peso en la agenda pública.
  2. Acceso a financiación: los números abren puertas a fondos europeos y a inversiones privadas.
  3. Comparabilidad internacional: los datos estandarizados permiten situar el sector cultural de un país frente a otros.
  4. Visibilidad del empleo cultural: muchas veces precario o invisible, el empleo cultural adquiere reconocimiento en las estadísticas oficiales.
  5. Diseño de políticas más efectivas: con información precisa, los gobiernos pueden orientar mejor sus estrategias culturales.

Limitaciones y críticas

Aunque las cuentas satélite son una herramienta muy poderosa, también tienen limitaciones:

  • Definición de lo cultural: no siempre hay consenso sobre qué actividades entran en la categoría (¿videojuegos? ¿moda? ¿actividades digitales híbridas?).
  • Datos agregados: a veces se pierde la especificidad de los pequeños proyectos locales frente a las grandes industrias.
  • Dimensión social y simbólica: la cultura no es solo economía, y reducirla a números puede dejar de lado valores como la cohesión social o la identidad colectiva.

Por eso, lo ideal es combinar las cuentas satélite con otras herramientas que midan también el impacto social y cultural, no solo el económico.

Cultura como economía, cultura como derecho

El valor de las cuentas satélite no está en sustituir la dimensión simbólica y social de la cultura, sino en sumar un argumento sólido y verificable: la cultura es también un motor económico.

Gracias a estas cuentas, el sector cultural puede presentarse en igualdad de condiciones frente a otros sectores estratégicos, demostrar que genera riqueza y empleo, y al mismo tiempo recordar que su verdadero valor va más allá de lo económico.

Conclusión: poner números para ganar influencia

Las cuentas satélite de la cultura son una herramienta imprescindible para cualquier país que quiera situar la cultura en el centro de sus políticas de desarrollo.

Permiten traducir en cifras lo que durante décadas se defendió solo con argumentos cualitativos: que la cultura contribuye al bienestar, a la economía y a la cohesión social.

En definitiva: medir la cultura como economía no significa reducirla, sino reforzar su legitimidad y asegurar que ocupe el lugar que le corresponde en las prioridades de futuro.

 

6 de mayo de 2024
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