Cuando se organiza un festival, se inaugura un museo o se pone en marcha un programa cultural en un barrio, el impacto no se queda dentro de las paredes del teatro o de la sala de exposiciones. La cultura tiene una enorme capacidad de irradiar beneficios hacia otros sectores, generando lo que los economistas llaman efecto arrastre.
Este concepto describe cómo la inversión en cultura no solo produce valor artístico o social, sino que también dinamiza la economía local, multiplicando el alcance inicial de cada euro invertido.
¿Qué es el efecto arrastre?
El efecto arrastre se refiere a las consecuencias económicas indirectas y multiplicadoras que tiene la cultura sobre un territorio.
Ejemplo: cuando alguien compra una entrada para un concierto, no solo gasta en la entrada. También puede cenar en un restaurante, alojarse en un hotel, coger un taxi o comprar en una tienda cercana. Todo ese movimiento económico se debe, en última instancia, al evento cultural.
Cómo se manifiesta en la economía local
1. Hostelería y restauración
Los bares y restaurantes son los primeros beneficiados. Un festival de música o un estreno de cine puede llenar terrazas y aumentar el consumo local de manera significativa.
2. Turismo y alojamiento
Los eventos culturales atraen visitantes que necesitan hoteles, apartamentos turísticos o casas rurales. Este turismo cultural es, además, menos estacional que el de sol y playa, y aporta valor añadido al territorio.
3. Comercio local
Las tiendas y pequeños comercios también se benefician. Los visitantes aprovechan para comprar productos locales, souvenirs o servicios vinculados al evento.
4. Transporte y movilidad
Autobuses, taxis, trenes y servicios de movilidad registran un aumento durante las actividades culturales. En muchas ciudades, los festivales se convierten en momentos clave para sus operadores de transporte.
5. Industria auxiliar
La cultura activa sectores que muchas veces pasan desapercibidos: imprentas, montadores, empresas de sonido e iluminación, seguridad, limpieza. Cada proyecto cultural necesita toda una red de proveedores locales.
Ejemplos concretos
- Festival de Jazz de Vitoria: cada verano no solo llena auditorios, sino también hoteles, bares y restaurantes de la ciudad.
- Noche en Blanco en Málaga: miles de personas salen a la calle para disfrutar de la cultura, dinamizando comercios y servicios locales.
- Centros de arte contemporáneo en zonas rurales: atraen turismo cultural que da nueva vida a restaurantes y alojamientos en pequeños pueblos.
Cómo medir el efecto arrastre
- Encuestas a asistentes: preguntar por su gasto en transporte, alojamiento, restauración y compras.
- Datos de consumo local: comparar facturación de hoteles, bares y comercios durante los días del evento con semanas equivalentes.
- Modelos input-output: herramientas económicas que permiten calcular el efecto multiplicador del gasto cultural.
- Colaboración con cámaras de comercio y asociaciones empresariales: para estimar la facturación vinculada al evento.
Retos y precauciones
- Atribución: no todo el gasto de esos días se debe al evento cultural; algunos visitantes habrían consumido igualmente.
- Impacto desigual: no todos los sectores se benefician por igual; algunos pueden incluso verse afectados (ej. vecinos molestos por ruido).
- Temporalidad: a menudo el impacto es fuerte, pero concentrado en pocos días; lo importante es ver si se generan dinámicas sostenibles a largo plazo.
Conclusión: cultura que multiplica
El efecto arrastre de la cultura en la economía local demuestra que invertir en cultura no es un gasto, sino una inversión que multiplica beneficios. Lo que empieza en un escenario, una sala de cine o un museo se expande a restaurantes, hoteles, comercios y proveedores locales.
Por eso, cuando se defiende la cultura como motor económico, no se habla en abstracto: se habla de empleo, de dinamización territorial y de riqueza compartida. En definitiva, la cultura no solo emociona, también multiplica y transforma la economía local.