En un laboratorio sin ventanas del Radiophonic Workshop de la BBC, una mujer manipula cintas magnéticas. No hay sintetizadores, ni secuenciadores, ni plugins ni pantallas; solo tijeras, osciladores de tono, y carretes girando. Es 1963. Se llama Delia Derbyshire, y construye dimensiones con base en el arte sonoro. Pocas figuras en la historia de la música lograron una ruptura tan silenciosa, generando una de las obras más visionarias y transgresoras de la música electrónica británica. Derbyshire trataba frecuencias como otros tratan acordes. No componía desde lo melódico, sino desde lo espectral. Su interés no era narrativo ni emocional. Le interesaba el comportamiento del sonido en el espacio y el tiempo.
El laboratorio como instrumento
Derbyshire formó parte del BBC Radiophonic Workshop, un laboratorio fundado en 1958 para producir efectos sonoros y música experimental para radio y televisión. Dentro de sus muros trabajaron figuras clave como Daphne Oram —cofundadora del taller y desarrolladora de la técnica Oramics— y Maddalena Fagandini, también pionera en la manipulación de cinta magnética.
La leyenda comienza con una melodía. En 1963, la BBC le encarga a Ron Grainer la composición del tema de una nueva serie de ciencia ficción: Doctor Who. Pero fue Derbyshire quien lo llevó al plano material. Cada sonido fue ensamblado a mano, manipulando cintas y tonos puros, sin instrumentos ni computadoras. Derbyshire no era una ejecutora técnica: era una escultora de la onda senoidal. Obras como Ziwzih Ziwzih OO-OO-OO (1967), donde su propia voz es desfigurada electrónicamente hasta volverse mecánica, revelan una obsesión con lo no humano, con la voz como máquina, con lo artificial como campo de belleza. No hay ironía ni distancia en sus tratamientos sonoros: hay misterio, incluso ternura, como si en la máquina residiera un alma por descubrir.
Una escucha extrema
Esta búsqueda alcanza su expresión más depurada en The Dreams (1964), una colaboración para la radio con el poeta Barry Bermange. La pieza mezcla relatos oníricos con atmósferas electrónicas, creando un espacio donde la palabra se disuelve en texturas casi irreales. Derbyshire no ornamenta los relatos, les da un contexto auditivo que los convierte en paisaje. El resultado es perturbador y hermoso, como si el murmullo de un pensamiento quedara atrapado entre frecuencias.
En Blue Veils and Golden Sands (1967), escrita para un documental sobre los beduinos, Derbyshire explora otra forma de trance, etéreo y preciso. Aquí el sonido se despliega como un desierto: cálido, inmenso, vacío y cargado de presentimiento. Lo que hizo Derbyshire no fue adaptar la música a la tecnología, sino permitir que la tecnología hablara en su propio lenguaje. Supo oír lo que los demás aún no sabían que se podía escuchar. En su mundo había resonancias y estructura vibratorias en lugar de escalas y armonías. Cada una de sus obras es un acto de escucha extrema, una microscopía de lo sonoro.
No buscó visibilidad. No grabó discos solistas ni se integró al mundo académico. Dejó la BBC en 1973 frustrada por el avance de la música electrónica comercial y la burocratización del taller. Trabajó por un tiempo en proyectos marginales, colaboró con músicos experimentales como Brian Hodgson y David Vorhaus en White Noise, y finalmente se retiró del circuito musical por décadas.
Hoy es citada como influencia por artistas como Aphex Twin, Broadcast, The Chemical Brothers y músicos de sellos como Warp o Ghost Box, pero su aporte está en el enfoque, estableciendo formas de trabajar con el sonido antes de que existieran los medios digitales para hacerlo accesible, prefigurando las técnicas de sampleo, loop y manipulación granular.
Durante décadas, el nombre de Delia Derbyshire quedó atrapado entre etiquetas: técnica de estudio, ingeniera de sonido, asistente, especialista en efectos, etc. Pero su archivo personal, redescubierto tras su muerte en 2001, reveló una obra vasta, inédita y profundamente radical. Aislada del circuito académico y comercial, su música creció en una suerte de exilio sonoro, más cerca del laboratorio que del escenario.