La historia de la música electrónica
La historia de la música electrónica suele narrarse como una gesta de ingenieros y visionarios solitarios, un territorio técnico contado en clave masculina. Dentro de esa narrativa épica de pioneros y solitarios experimentadores, la imagen de Suzanne Ciani encuentra una voz distinta: una mujer estudiosa, rigurosa, sensible, obsesionada con el detalle, y aunque pareciera destinada a ocupar las notas a pie de la historia, su obra ha escrito párrafos indelebles.
Orígenes y formación
Nacida en 1946 en Massachusetts, hija de un médico de origen italiano, Ciani tuvo una formación en piano clásico. Su horizonte, sin embargo, nunca estuvo en el conservatorio ni en la orquesta: le atraía lo que estaba por inventarse. En los años sesenta se trasladó a la Universidad de California, Berkeley, donde conoció a Don Buchla, pionero de los sintetizadores modulares, y con él inició su periplo por la electrónica. Ciani aprendía a soldar circuitos, a diseñar conexiones y a domesticar cables que la llevaron a una máquina: el Buchla 200.
Ciani/Musica y el sonido de una época
A finales de los setenta fundó Ciani/Musica, una compañía dedicada a producir jingles, identidades sonoras y música para publicidad. En su catálogo están algunos de los sonidos más reconocibles del siglo XX: la efervescencia de una botella de Coca-Cola abriéndose, los zumbidos futuristas de los videojuegos de Atari, la máquina de pinball Xenon, donde utilizó su propia voz procesada digitalmente. Esos trabajos, aparentemente menores, son hoy arqueología de un tiempo donde el sonido empezaba a definirse como como identidad corporativa. Mientras tanto, gestaba su obra personal. En 1979 publicó en Japón Seven Waves, su disco debut: las siete olas que lo componen son estructuras minuciosas, con progresiones armónicas que remiten a su formación clásica y con texturas electrónicas que fluyen como arroyos y riachuelos.
Visibilidad pública y exploración sonora
Ciani se presentó en televisión en los años ochenta, frente a un público que apenas entendía lo que significaba un sintetizador modular. En el programa de David Letterman, aparecía rodeada de cables y perillas, explicando sonidos que parecían magia pura, explorando la dimensión sensorial y emocional de la electrónica. No buscaba deshumanizar el sonido, sino hacerlo respirable.
Discografía y consolidación
Tras Seven Waves vinieron otros álbumes, como The Velocity of Love (1986) y Neverland (1988), que consolidaron su estilo: un cruce entre el lirismo pianístico y la arquitectura electrónica. En los años 2000 y 2010, mientras una nueva generación redescubría el encanto de lo analógico, Ciani volvió a escena con su Buchla. Sus conciertos, cuadrafónicos e inmersivos, se convirtieron en experiencias únicas. En su disco LIVE Quadraphonic (2016) la electrónica modular no aparece como reliquia, sino como un cuerpo inquieto y vivaz aún capaz de sorprender.
Diálogos intergeneracionales
En el álbum Sunergy, publicado en 2016 junto a Kaitlyn Aurelia Smith, demostró que su lenguaje no pertenece a un tiempo muerto, sino a un campo en expansión, trabajando como cómplice creativa y no como maestra consumada en tándem con una artista cuarenta años menor. Documentales como Sisters with Transistors la incluyen en el panteón de mujeres que hicieron posible un nuevo ámbito sonoro, junto a Delia Derbyshire, Éliane Radigue o Pauline Oliveros, representando un modo de entender la tecnología como una herramienta de orfebrería sonora.
Legado
El legado de Suzanne Ciani está en la manera en que hoy entendemos la relación entre sonido, tecnología y emoción, demostrándonos que la máquina no deshumaniza, y que incluso puede ser, en manos sensibles, una prolongación del pulso vital.